Me despierto sobresaltado. Un pitido insoportable me está taladrando los oídos. Salgo con dificultad al exterior a ver que pasa, pero no veo nada fuera de lo normal, aparte del extraño color naranja del cielo, el cual no me preocupa ya que anoche se puso del mismo color al anochecer.
Me dan ganas de arrancarme los oídos. Me estoy volviendo loco, y cada vez veo mas borroso. Entreveo una silueta acercándose hacia mi con un arco dispuesta a taladrarme con una flecha. En ese momento se que mis días han llegado a su fin, pero no llega a lanzarla, ya que algo hace que caiga redonda al suelo.
Un segundo después aparece Silvia detrás. Ha sido ella quién me ha salvado de mi muerte segura.
-Gracias Silvia- le digo todavía un poco aturdido.
No me contesta. En vez de eso se tira al suelo y se tapa los oídos todo lo fuerte que puede. Todavía le debe durar el pitido en los oídos. Me pregunto que habrá sido.
Me acerco a ella e intento que se tranquilice, intentando así que deje de oír el dichoso pitido, el cual pronto le desaparece. Me mira y me dice que vayamos a ver quien a muerto.
Es Ashley, la chica del distrito del distrito 10.
Recuerdo que era muy creída y pensaba que por el hecho de que sus padres hubieran ganado los juegos ella también los ganaría. No me da pena que haya muerto.
Recogemos su mochila y todas sus pertenencias, y las llevamos al baobab. Examino todo lo que tenía para hacer recuento de los suministros y armas de los que disponemos.
En cuanto a comida tiene unos cuantos ratones como el que me encontré muerto al lado del río, un par de manzanas, unas diez tiras de cecina, y bastantes barritas energéticas procedentes del Capitolio.
En el recuento de las armas que hemos conseguido, se encuentran un arco, un juego de cuchillos, y un extraño objeto cúbico con un botón de color amarillo en un lado. En otro de los lados pone con letras grabadas: "Pulsa y todo ser vivo a dos kilómetros a la redonda enloquecerá durante unos minutos".
En ese momento se quién fue la causante del pitido que casi nos mata. Ashley.
-Cuando me vaya te lo quedarás tú- le digo a Silvia.
-Bueno...eso ya lo veremos Nathan- me dice con una sonrisa en la boca.
No se si se refiere a que ya veremos si se queda ella el arma o al hecho de que en algún momento me vaya, pero decido no preguntarlo. Tengo muy claro que me voy a ir pronto, y no la avisaré cuando lo haga. Es lo mejor para los dos.
Nos tumbamos, y nos dormimos esperando que no se produzca ningún incidente más como el de hace un rato.
Cuando despierto Alex no ha llegado todavía. Es el mejor momento para irme, ya que Silvia se sabe cuidar sola, y no me gustaría tener que matarla. Pongo con un cuchillo en la madera del baobab que no voy a volver, y me voy no sin antes darle un beso de despedida a Silvia.
Le dejo la mitad de la comida, los cuchillos y el extraño cubo, y yo me llevo el arco. Practicaré un poco con el cuando encuentre algún sitio donde refugiarme. También me llevo la medicina que me dio Alex, ya que todavía no se me ha curado del todo la herida que me hizo el muto.
El cielo está bastante despejado, y no puedo evitar sentirme admirado por el bello paisaje que tengo delante. Si no fuera por que estoy en los juegos del hambre me gustaría vivir aquí.
Nada más ponerme en marcha, un cuchillo se me clava en la espalda. Me doy la vuelta, y al ver a Alex dispuesto a lanzarme otro, no dudo en lanzarle el hacha a la cabeza. La esquiva, y me lanza otro cuchillo, el cual yo también esquivo.
Cojo la espada y corro hacia el dispuesto a clavársela, pero me lanza otro cuchillo que me da en la pierna. Me caigo al suelo y se lanza encima mío, pero ruedo hacia un lado y le clavo la espada en el corazón.